¿Qué busco en la realidad?

La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos.
La vida, un ballet sobre un tema histórico,
una historia sobre un hecho vivido, un hecho vivido sobre un hecho real.La vida, fotografía del número, posesión en las tinieblas (¿mujer, monstruo?), la vida, proxeneta de la muerte, espléndida baraja, tarot de claves olvidadas que unas manos gotosas rebajan a un triste solitario
Julio Cortázar (Rayuela)

La vida

En noviembre del año 2023 me hice mi primer tatuaje, y a la fecha de hoy no le he contado a nadie que lo diseñé el día que planeaba quitarme la vida. Tener en mi piel la marca del momento más oscuro de mi vida ha sido cargar con el abrumador peso de mentir cada vez que me preguntan qué significa mi tatuaje.

Trabajaba de lunes a sábado, pero estudiaba los miércoles; los miércoles me permitía un único momento para llorar. Me recostaba en el árbol fuera de la escuela, veía las aves volar y los perros correr mientras sonaba cualquier bolero triste y lagrimeaba. En las clases sacaba mi libreta y en medio de la desesperación escribía como loca todo lo que yo no me permitía pensar en la semana.

retomo en la memoria los pensamientos ajenos, distantes y olvidados.
regresa a mí el odio del amor y me incapacita a intentar seguir.
avanzo pero desacelero el paso, cada día más lejos que el anterior y cada vez menos cerca de la razón Mi diario (agosto 2023)

Un árbol fue capaz de presenciar todo lo que yo viví en los peores meses de mi vida. Ese árbol vivió conmigo el consuelo que me daba mi amiga por mi luto, ese árbol vivió conmigo la conversación que terminó con esa amistad, ese árbol vivió conmigo el infortunio de mi timidez y conformismo.

Cuando me recuesto de nuevo en ese árbol veo toda mi historia allí, ya no lo siento distante como cualquier otra figura en el mundo. Quiero tirarme allí y fundirme con el pasto, ser las raíces y comprenderme en él así como él se comprende en mí. Los espacios son eso para mí, confidentes de los susurros equivocados, de las palabras mal dichas, de los pensamientos intrusivos, de los amores más profundos. En ellos alcanzo a percibir las boronas de las personas que allí lo habitaron y por algún motivo, ese árbol me contaba las historias más extraordinarias.

Honestamente no recuerdo la razón por la que ese día no me quité la vida, muy posiblemente fue a causa del miedo, pero mi cabeza ya ha borrado la mayor parte de mi historia oscura. De vez en cuando, al estar debajo del árbol siento de nuevo la melancolía, y quiero creer que en uno de esos oscuros días, las raíces de ese árbol me abrazaron de forma honesta. Gracias a él estoy viva aquí y ahora en éste ensayo.

Aún cuando no morí físicamente, ese año me sentí muerta. Morir esa vez, me permitió sentir que en el fondo del mar muerto podía todavía nacer una alga. Y así; resbalosa y diminuta; me dejé crecer y huí a mi ciudad en Boyacá, pero allá todo estaba distinto. No había sido yo la única muerta, conmigo se fueron unos cuantos; unos hasta en forma física, otros simplemente en alma.

Estar en una Boyacá que parecía más bien solitaria me hizo rememorar la soledad de mi infancia, tener que meter al perro del barrio a la casa porque me daba miedo la vastedad de una casa hecha para 5, en la que solo estaba yo rodeada de paredes blancas. Me hizo considerar que quizá mi adorada Boyacá no era ese maravilloso territorio, pero con el corazón abierto en dos me negué a considerar que mi tierra podría ser menos que lo más adorado.

Abandoné de nuevo mi casa para llegar a la capital, la misma que me había drenado el alma y que me recordaba a todas las cicatrices y golpes de mi interior. Entré a la universidad y en medio del caos de mi mente me permití reconocer los espacios de nuevo, me sentaba en nuevas sillas y el frío era realmente distinto. Pero estar de nuevo en el único espacio que ahora se sentía mío, me permitió estar en paz conmigo por un leve período de tiempo; ahora en mi cabeza solo rondaba la pregunta ¿Qué quiero documentar?

El documental

Escribo en clase de Taller, el profe habla de documentales, y aunque había amanecido bien, creo que la vida no me quiere. Tengo un dolor extraño, como si me doliera el alma, y honestamente no hay nada malo, me preocupa lo que no pasó o lo que pueda pasar. ¿El arte me salvará de ésto? Mi diario (20 de febrero del 2024)

Busqué entre todo lo discutible, lo memorable, lo valioso de mi vida; y me encontré con mi cabeza nublada. Huí de mí otra vez y encontré en las voces de las calles bogotanas un afiche de título “Se hacen amarres del mismo sexo” y pensando que podría ser lo más divertido y alejado de mis intereses reales de ese momento, comencé a investigar. Publiqué unos anuncios en páginas de facebook y reddit, y al cabo de dos días tenía mensajes diciéndome que no me metiera con la brujería, que ningún brujo me abriría las puertas de sus rituales y sus casas.

A decir verdad, no hay tema más abstracto y curioso que la brujería, que ha invadido la mayor parte de las historias de vida de mi madre. Aunque dejé la idea de lado, comencé a pensar en las voces de mi familia. Recorrí los temas que me unían a mi mamá y comencé a planear un documental corriente que hablara de algo que honestamente no me pertenecía. Hablé con las juntas de acción comunal y con mi amiga que se tiraría de un puente si yo lo hiciera, comenzamos un trabajo poco decente. Entrevistamos personas, conocimos historias de guerra, estuvimos en hoteles y reuniones y al final del día nos mirabamos en el transmilenio e intentabamos imaginarnos cómo sacar provecho de lo que habíamos hecho.

Michell siempre hablaba de su loma y yo me refería a su loma como Ciudad Bolívar. Fuimos una vez, porque nuestra intención era ver la comunidad y de alguna manera usar el montaje a nuestro favor para poder sacar algo medianamente interesante. En Ciudad Bolivar tomé la cámara de Michell y comencé a grabar, porque Michell siempre me permitió juguetear con el mundo como si todavía fuera yo una niña, y así mismo ese día fui una niña, de un lado para el otro viendo a las personas pasar, consintiendo a los perros callejeros. Me sentí como una canción suave de los beatles que se dejaba llevar por el flujo natural del viento y de la vida.

Cuando tomaba la cámara y miraba los espacios que antes no conocía, me veía a mí en ellos; sentí que me plasmaba a mí en la cámara, plasmando mis pensamientos, mis emociones, mi historia en un encuadre. Comprendí lo que mi profesor de Multimedia nos decía “dejen que la imagen les hable, no intenten hablarle a la imagen”. El mundo me hablaba, es más, me gritaba. No había comprendido que vivimos en un mundo que está lleno de personas, de amigos, de hermanos, de padres, de hijos, de profesores y de alumnos; tuve que comprender algo tan sencillo como eso.

El mundo

Es curioso, padre; pero sí, creo que volverán, todos. Ya sé que hemos venido huyendo de muchas cosas: la política, la bomba atómica, la guerra, los grupos de presión, los prejuicios, las leyes; ya lo sé. Pero nuestro hogar está aún allá abajo. Espere y verá. Cuando la primera bomba atómica caiga en los Estados Unidos, la gente de aquí arriba comenzará a pensar. No han vivido aquí bastante tiempo. No más de un par de años. Si hubieran pasado aquí cuarenta años, todo sería distinto; pero allá abajo están sus parientes, y los pueblos donde nacieron. Yo ya no puedo creer en la Tierra; apenas puedo imaginármela. Pero yo soy viejo. No cuento. Podría quedarme aquí. Cronicas Marcianas, Ray Bradbury (Cap. La tienda de equipajes)

Luego de Ciudad Bolívar nos tomamos la libertad de hacer con un documental que no parecía nuestro, lo que se nos diera la gana. Pensamos que un documental interesante no valía la pena, pero sí valía la pena descubrir maneras de explicar nuestra extraña forma de comunicarnos Michell y yo. En medio del quejumbroso proceso de descubrir nosotras mismas qué era lo que contabamos en esas imágenes, nos encontrabamos fascinadas por la fotografía, sin querer decía tantas cosas tan incomprensibles pero a su vez, tan emocionales.

Muchas veces escribimos historias que parecen ajenas, pero cuando las leemos después de un tiempo descubrimos que partían de deseos, pensamientos y emociones que no estaban en su momento en la superficie de la mente. Y así nos pasó con esos clips.

Tuvimos la suerte o el infortunio de que en la Universidad ocurrió un paro que nos dejó sin clases casi 4 meses. Para mí fueron 2 meses llenos de actividades, de pa’ arriba y de pa’ abajo viendo qué podía hacer con mi impotencia, con mi indignación, con el fastidio que llevaba guardado por lo que todavía considero una situación absurda. Michell me había dejado su cámara y como soy yo una niña pequeña, la sacaba a pasear, a tomar fotos y a grabar videos que contaran algo de mí. No puedo culparme, era la primera vez que tenía la libertad de usar una cámara.

Entre todas las cosas que pude hacer, grabé alguna que otra actividad y comprendí de a poco que eso que habíamos grabado en Ciudad Bolivar, quizá no tenía que ver con la comunidad. Sino conmigo, con Michell, con nosotras, con nuestro deseo y afán de encajar en un espacio (o por lo menos, así lo percibo yo) Salimos a marchas, a actividades culturales, a asambleas; salimos al mundo.

El mundo está allí, listo para ser percibido por las millones de formas de pensamiento, de comunicación. Yo deseo que las personas comprendan algo, no me queda claro qué, pero creo que esa es realmente la forma en la que mi cabeza funciona (comprendiendo algo que no me queda claro qué es). Así como mi viaje terminó siendo el descubrimiento de mi humano deseo de amar y vivir. Quiero que el documental hable de cómo la melancolía cuenta las bellas historias del pasado, como los espacios susurran, como el mundo es el lugar que está hecho para nosotros.

Si yo pude descubrir que la vida; aún contraria a mí; me abría un mundo de espacios y emociones que deseo experimentar. El espectador podrá percibir ese amor a la vida, al documental, al mundo.

*Ensayo escrito para la materia de taller de documental*

(Comentario ajeno al ensayo: Aunque me aturde la idea de haber escrito los pensamientos que no había querido decir y que por consecuencia me causan vergüenza. Decidí que lo escrito, escrito está; he decidido que lo que escriba serán como mis acciones: irreversibles)

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